El albaricoquero es un árbol que puede pasar de los 6 m de altura. Las ramas se disponen formando una copa redondeada. La corteza del tronco es pardo-violácea y agrietada. Las ramas son rojizas y extendidas cuando jóvenes y las ramas secundarias son cortas, divergentes y escasas. Las yemas latentes son frecuentes especialmente sobre las ramas viejas. Hojas arrolladas cuando son jóvenes, lisas, brillantes, irregularmente dentadas, ovales, algo acorazonadas en la base, de ápice acuminado, con el haz de color verde oscuro y más pálidas en el envés. Pecíolo largo, asurcado y glanduloso. Flores grandes, solitarias, con cáliz rojo y pétalos blancos o rosados. Aparecen en primavera antes que las hojas.
El fruto es una drupa globosa, amarilla y muy sabrosa vulgarmente conocida como albaricoque. Piel más o menos anaranjada, teñida de rojo en la parte expuesta al sol, recubierta de una finísima pubescencia y con un surco muy marcado, que se extiende del pedúnculo a la parte opuesta. Pulpa más o menos adherida al hueso, más o menos jugosa y perfumada. El albaricoquero es un árbol bastante rústico, propio de climas templados, aunque resiste bien los fríos invernales.
De sus semillas, por prensado en frio se obtiene un aceite con un perfil de acidos grasos equilibrados, proporcionando un efecto nutriente y reparador.